jueves, 11 de octubre de 2012

En el suplemento "Cultura" del diario "La Nueva España"


Viajes al fondo del precipicio

Manolo D. Abad

Turbulencias, 2012
175 páginas

Existen dos formas de acercarse a una realidad: vivirla o saber de ella por otros medios. Umberto Eco, por ejemplo, afirma que del día a día tiene el conocimiento indirecto que le proporcionan los medios de comunicación, pero que de la Edad Media, que evidentemente no ha vivido, tiene un conocimiento directo, tal es el volumen de información que acumula sobre el momento histórico en cuestión.

Del mismo modo usted puede conocer los ambientes nocturnos de una ciudad, la suya, las pasiones sin bridas y el regusto de ciertos combinados sanguinolentos por ser el territorio que pisa habitualmente. O puede leer Viajes al fondo del Precipicio, título que ampara los diecisiete relatos que Manolo D. Abad nos ofrece en bandeja de plata. De plata sucia y probablemente falsa, por supuesto.

La segunda opción, leer sobre ello y no vivirlo, le ofrece una serie de ventajas incontestables: no se verá zarandeado por el deseo, no tendrá resaca, no sentirá su corazón roto ni correrá peligro de ser tiroteado. Pero le aseguro que creerá estar allí. Sabrá qué se siente ante una noche en blanco, qué se esconde tras los libros fabricados en serie, hasta qué punto se puede caer con tal de trepar, lo puñeteras que son ciertas casualidades, la crueldad de la adolescencia indolente y el olor de un bar que necesita un buen fregado. Sabrá todo esto porque el autor cumple con la gran premisa de saber de lo que escribe. Banda sonora incluida.

Si en Vasos sucios en la madrugada (Septem, 2008), la primera colección de relatos de Manolo D. Abad, primaba el relato negro de gran pureza (con sus lugares comunes, sí, cómodos con un par de zapatos viejos), en esta ocasión hay un poso más denso y amargo, un tema al que se vuelve como se vuelve a tantos sitios. La soledad, la soledad de mujeres fatales que mueren o matan, la de oficinistas encadenados que ven sus desvelos literarios editados bajo otro nombre, la soledad de quienes intentan ganarse el pan y la cerveza a base de luchar en muchos frentes y no salir victoriosos en ninguno.

Y todo esto puede tomarlo a pequeños sorbos de cuatro o cinco páginas, o bebérselo hasta el fondo de un solo trago. “Viajes al fondo del precipicio” es un libro que no pesa, aunque se sube a la cabeza.

También puede intentar vivirlo. Cuidado entonces.

JORGE ALONSO

Publicado en el suplemento "Cultura" del diario "La Nueva España" el jueves 11 de octubre de 2012.